El primer paso

Hace tiempo alguien me dijo que un viajero es el que no tiene fecha de vuelta, lo demás solamente son turistas. Despues de años viajando, siempre con fecha de vuelta, creo que un viajero es un amante curioso de la vida, que se atreve a ver y a respetar, y que en su calendario siempre tiene anotado un nuevo destino que visitar.

¡Bienvenidos al viaje!

diumenge, 16 de setembre del 2012

Etapa 6: Chengde

Si algo he aprendido en este viaje es que hay que hacer todos los trayectos con tiempo de sobras. Aunque nos habían avisado que la estación de tren estaba a más de una hora de trayecto de Panjin, salimos justitos de tiempo y la recepcionista se entretuvo en ordenar papeles antes de hacer el check-out. Y el taxista nos vio cara de nervios y se aprovechó. No nos pidió un precio excesivo por el viaje en taxi pero cuando le enseñamos la hora del billete se ofreció a saltarse todos los semáforos y normas de circulación por un módico plus. Y lo entendimos perfectamente aunque no hablaba ni palabra de inglés... El caso es que el camino en cuestión era una especie de ronda donde había semáforos y límites de 40 km/h y aunque nadie respetaba el límite, el conductor se ponía a 40 clavados cada vez que nos ofrecía el plus. Total que nos dejamos estafar y llegamos con 20 minutos de margen a la estación. Y con los --- de corbata. El tío hacía zig zags imposibles y se ponía a adelantar en dirección contraria en una carretera de 3 carriles por sentido! Lo más irónico es que el carril de la derecha del todo estaba vacío...

Hicimos el viaje en tren hasta Beijing y allí volvimos a hacer la cola de entrada para volver a coger otro tren hasta Chengde. Suerte que llegábamos y salíamos de la misma estación porque solamente teníamos una hora de margen para hacer el transbordo. La estación estaba repleta de gente, sentada o tirada por cualquier rincón, y nosotros nos pusimos a esperar al estilo chino: sentados en el suelo rodeados de mareas de chinos que acudían por oleadas a buscar sus trenes.

El tren de Chengde se hizo largo y llegamos a una locura de estación llena de gente gritando ofreciendo taxis y alojamiento a módicos precios. Para variar, en el hotel de Chengde no hablaban ni palabra de inglés.


Aunque no teníamos prisa, escuchamos el toque de diana las 7 en punto de la mañana en forma de cantos de ópera y descubrimos que el hotel está pegado a una escuela y hay un montón de chinos en formación.


Ya que estamos despiertos, recorremos el centro de Chengde entre tiendas y restaurantes hasta llegar al complejo de verano de los emperadores. No le falta de nada a esta casita de verano: palacio, jardines, pavellones, lago, pagoda con templo budista... lo que se llama el kit completo!







 En Chengde hay más templos, pero están alejados de donde estamos o sea que decidimos darnos una tregua y descansar lo que queda del día.


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