Hicimos el viaje en tren hasta Beijing y allí volvimos a hacer la cola de entrada para volver a coger otro tren hasta Chengde. Suerte que llegábamos y salíamos de la misma estación porque solamente teníamos una hora de margen para hacer el transbordo. La estación estaba repleta de gente, sentada o tirada por cualquier rincón, y nosotros nos pusimos a esperar al estilo chino: sentados en el suelo rodeados de mareas de chinos que acudían por oleadas a buscar sus trenes.
El tren de Chengde se hizo largo y llegamos a una locura de estación llena de gente gritando ofreciendo taxis y alojamiento a módicos precios. Para variar, en el hotel de Chengde no hablaban ni palabra de inglés.
Aunque no teníamos prisa, escuchamos el toque de diana las 7 en punto de la mañana en forma de cantos de ópera y descubrimos que el hotel está pegado a una escuela y hay un montón de chinos en formación.
Ya que estamos despiertos, recorremos el centro de Chengde entre tiendas y restaurantes hasta llegar al complejo de verano de los emperadores. No le falta de nada a esta casita de verano: palacio, jardines, pavellones, lago, pagoda con templo budista... lo que se llama el kit completo!
En Chengde hay más templos, pero están alejados de donde estamos o sea que decidimos darnos una tregua y descansar lo que queda del día.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada